Resumen:
La educación de las personas adultas resulta determinante en los procesos de
cambios que se operan a nivel social, toda vez que son ellos los máximos
protagonistas de grandes cambios.
Esta educación se traduce en la capacitación de la fuerza laboral, en gran
medida, también en producción de bienes espirituales, al ser estos los
depositarios, y a la vez, la fuente de todos los valores humanos generados por
la historia de la humanidad, y génesis de la transmisión de tales valores
espirituales a las generaciones futuras.
Se reconoce en la persona adulta a aquel individuo que puede contribuir a
formar a las nuevas generaciones y transmitir a ellas, los valores humanos
universalmente aceptados. Por ello se ha comprendido la necesidad histórica,
inaplazable, de educar a las personas con responsabilidades educativas hacia
la sociedad en la que crece y se desarrolla, al amparo de tales presupuestos y
valores espirituales reconocidos, como la solidaridad, la honradez, la humildad
independientemente del contexto histórico imperante, o el sistema social de
que se trate